viernes, 23 de agosto de 2013

Las colecciones de comparación

Una de las herramientas fundamentales de un paleontólogo son las colecciones de comparación. Estas se componen de restos de organismos (huesos, por ejemplo) perfectamente clasificados, que nos puedan servir de referencia para comparar y clasificar los fragmentos de otros fósiles que nos encontremos en un yacimiento. Hay también otros instrumentos para llevar a cabo esta misma labor, como son los atlas de fósiles o los trabajos monográficos sobre una especie o grupo, que suelen acompañarse de detalladas fotografías o dibujos. No obstante, una buena colección de comparación siempre es mucho más informativa y útil. Para los paleontólogos que trabajamos en fósiles del Cuaternario, los huesos de animales actuales son de mucha utilidad. Es relativamente fácil conseguir huesos de caballo, de cabra, de vaca o incluso de animales salvajes como el ciervo, corzo, zorro o jabalí. Estos huesos tendrán un gran valor a la hora de identificar los fragmentos de hueso de estos mismos animales que se encuentren en un yacimiento. La compilación de huesos para la formación de colecciones de comparación es una de las labores de los paleontólogos que trabajamos en vertebrados del Cuaternario, y he de confesar que es un trabajo muy entretenido y gratificante. No obstante, para las especies extinguidas el tema es más complicado: no es posible conseguir un hueso de mamut actual, ya que hace milenios que se han extinguido. En estos casos las colecciones de comparación se deben constituir con ejemplares fósiles (si se tiene la fortuna de conseguirlos) o, en su defecto, con réplicas hechas en materiales artificiales. Hay especies que, aunque actualmente hayan desaparecido en extensas áreas geográficas, aún sobreviven en ciertas regiones restringidas. Este es el caso de, por ejemplo,
Reno (Rangifer tarandus)
Foto: Diego J. Álvarez Lao
el reno. En las épocas más frías de la última glaciación este cérvido se extendía por toda Europa, llegando a alcanzar el norte de la Península Ibérica (ver entrada anterior). Tras el fin de las glaciaciones, esta especie no desapareció totalmente, sino que restringió su distribución a las regiones árticas de Escandinavia, Siberia y Norteamérica. Hoy en día los renos, salvajes o semi-domésticos, aún son frecuentes en esas zonas. Por eso, nada mejor que aprovechar un viaje a estos territorios para buscar restos de sus huesos. Precisamente eso es lo que he tenido la oportunidad de hacer en un viaje a la Laponia noruega realizado hace un par de semanas. Los renos se encuentran por el verano en las áreas costeras y es relativamente fácil tropezase con ellos, sobre todo en el zona comprendida entre las localidades de Alta y Hammerfest. Viajando tranquilamente en coche y realizando paradas puntuales en las áreas donde se encuentran estos animales, no hay más que darse un paseo prospectando el suelo y no es difícil encontrar huesos de esta especie (tal como puede ocurrir en los campos de Castilla con los huesos de oveja). 
Recogiendo huesos de reno
en Laponia, Noruega.
Foto: Cristina Heres 
En un solo día de recolección fue posible reunir un interesante conjunto que incluye restos craneales y poscraneales de varios individuos (ver foto). Una colección de este tipo nos permite, además, estudiar la variación individual de talla entre machos y hembras o entre individuos jóvenes y adultos, lo cual proporciona una interesante información de carácter poblacional.


Restos de reno recopilados en un día.
Foto: Diego J. Álvarez Lao
Las grandes instituciones científicas como universidades o museos poseen, por lo general, las mejores colecciones de comparación de ejemplares, tanto actuales como fósiles, recopiladas durante décadas por personal especializado. Como ejemplo podría mencionar el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Holanda, en Leiden, que posee la mayor colección del mundo de restos de mamut lanudo, constituyendo un lugar idóneo para estudiar la anatomía esquelética de esta especie. Las colecciones de comparación no sólo son útiles al paleontólogo, sino también al naturalista que tenga interés por clasificar los restos aislados que se encuentre en el campo o costa, bien sean huesos de grandes mamíferos, de micromamíferos, de aves, plumas, conchas, escarabajos o cualquier otro organismo. Pero ojo, sólo se deben recoger siempre que sean restos de ejemplares ya muertos, pues la vida de un animal es más valiosa que cualquier colección. Hay que tener en cuenta, además, que los restos que pertenecen a especies protegidas por la ley (lobos, osos, águilas, etc.) no deben recogerse, sino que se debe informar de su hallazgo a las autoridades. Teniendo en cuenta estas limitaciones, animo a todo el mundo que se inicie en la compilación de estas colecciones, un hábito muy entretenido a la vez que instructivo.

 

3 comentarios:

  1. Hola, Diego, la subespecie del cuaternario en Europa era la tarandus tarandus o era otra, me imagino que no variarían mucho en tan corto período de tiempo, pero al haber actualmente tantas subespecies diferentes, y por la domesticación, me picó la curiosidad.Un saludo.

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  2. Hola, Iván. Las poblaciones fósiles de renos normalmente se clasifican sólo a nivel de especie como R. tarandus, sin más. Como mucho, algunos autores hablan de que tal población fósil es más parecida a los actuales “renos de bosque” o a los “renos de tundra” a partir de la morfología de las astas, pero es difícil llegar a un grado de precisión mayor sólo en base a fósiles. No hay diferencias poblacionales claras que permitan distinguir subespecies, más bien se observa una cierta gradación norte-sur de disminución de talla. Quizá los estudios genéticos nos despejen esta duda y nos permitan alcanzar el nivel de subespecie, pero aún hay mucho trabajo por hacer en este aspecto. Un saludo y gracias por comentar!

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    1. Hola Diego:

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