Ya hemos
hablado extensamente de la denominada “fauna del mamut” en entradas anteriores.
También hemos comentado que durante los episodios de frío más intenso del
Pleistoceno Superior, este particular conjunto de faunas se desplazó hacia el
sur alcanzando la península Ibérica. Hoy vamos a hablar de otro de sus más
famosos y emblemáticos integrantes, el rinoceronte lanudo (Coelodonta
antiquitatis). Junto con el mamut lanudo comparte, entre otras cosas, el
triste destino de ser una de las especies, que se extinguió al final de las
glaciaciones. El rinoceronte lanudo poseía un tamaño grande, comparable al
actual rinoceronte blanco africano. Como peculiaridades respecto a los
rinocerontes actuales, presentaba una elevada joroba y, lo que le ha hecho más
famoso, una espesa capa de pelo y lana que le recubría todo el cuerpo. Los
ejemplares congelados que se han hallado en Siberia nos han permitido saber que
sus orejas eran muy pequeñas, lo que constituía una perfecta adaptación al
clima frío (evita la pérdida de calor corporal). Poseía dos cuernos, uno
frontal y uno nasal muy largo y aplanado, con forma de cimitarra.
Rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis) Dibujo: Diego J. Álvarez Lao |
Las dataciones nos han
permitido saber que los rinocerontes lanudos entraron por primera vez en
nuestra península hace unos 150.000 años (a finales del Pleistoceno Medio),
aunque tenemos pocos datos de esa época más antigua. La mayor abundancia de hallazgos
de esta especie se registra entre hace unos 40.000 y 30.000 años (estadio
isotópico 3). Los vestigios más modernos de esta especie en la península
Ibérica pueden ser fechados alrededor de los 20.000 años antes de la actualidad.
La presencia de rinoceronte lanudo en la Península Ibérica se correlaciona con
períodos de condiciones climáticas extremadamente frías y áridas, que han sido
documentados previamente en otras fuentes de información paleoclimática.
Desde el punto de vista
de la paleobiogeografía, su máxima extensión hacia el sur en la Península
Ibérica alcanzó la latitud de Madrid (aproximadamente 40º de latitud norte). No
obstante, la gran mayoría de los hallazgos se restringieron a las regiones del
norte de Iberia (cornisa Cantábrica y Cataluña).
Se
ha analizado también la ecología del rinoceronte lanudo en tierras ibéricas (es
decir, qué otras especies vivían en su mismo entorno y época) y se ha llegado a
la misma conclusión que para el mamut lanudo: el conjunto de especies que
acompañaban al rinoceronte lanudo, según ha podido registrarse en los
yacimientos ibéricos, no estaba formado exclusivamente por otras faunas de
clima frío, como cabría esperar, sino que estaba dominado por especies propias
de un clima más templado, entre las que el ciervo solía ser la más común. Al
igual que se ha argumentado para el mamut, en los episodios de frío y aridez
extremos la fauna del mamut se desplazó hacia el sur, aunque éste no fuese su
hábitat más adecuado, ya que los mantos de hielo cubrían extensas áreas del
centro y norte de Europa, impidiéndoles encontrar pastos. Se desplazaron, por
tanto, en busca de espacios que les proporcionasen alimento, no por el frío en
sí, al que estaban bien adaptados. En este desplazamiento hacia el sur, la
fauna del mamut procedente del norte no pudo desplazar a los habitantes
“autóctonos” de la península, por lo que se mezclaron con ellos. Esta
particular mezcla de especies, que no refleja la típica composición de la fauna
del mamut y que, hasta la fecha, tan solo se ha registrado en nuestra península,
apoya la idea de que el rinoceronte lanudo, al igual que el mamut lanudo, solo
llegó al territorio Ibérico ocasionalmente, durante los episodios más fríos del
Pleistoceno Superior, mezclándose con las faunas autóctonas en vez de
reemplazarlas.
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