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Cráneo de hiena (Crocuta crocuta) Foto: Diego J. Álvarez Lao |
El área
costero-oriental de Asturias ha sido una de las que más información nos ha
proporcionado acerca de la prehistoria de nuestra región. Este hecho se
fundamenta principalmente en la existencia de grandes masas de rocas calizas
que componen una parte importante de dicho territorio. El clima húmedo y
templado de Asturias propicia la disolución de las calizas dando lugar a un
intenso modelado cárstico que se traduce en la formación de infinidad de cuevas
y simas. Estas cavidades constituyen el medio ideal para que los vestigios de
tiempos prehistóricos se conserven y lleguen hasta nuestros días. En este
sentido, el concejo de Ribadesella ha sido y es clave para conocer los detalles
ambientales y antropológicos de la Asturias prehistórica, preservados en cuevas
tan notables como La Lloseta, Tito Bustillo, Les Pedroses, El Cierro y un largo
etcétera.
En el
verano del pasado año 2012, el hallazgo de un notable yacimiento paleontológico
en la riosellana localidad de Cuerres, durante las obras de acondicionamiento
de un terreno, ha vuelto a poner de manifiesto la importancia de la zona
costero-oriental de Asturias en materia de riqueza prehistórica. Aunque el
estudio está aún en curso, la recuperación de más de 150 restos recogidos en
superficie durante dos visitas a la cavidad nos permite presentar algunos
resultados preliminares y hacer una primera evaluación de su importancia. La entrada
a la cavidad en la que se localiza el yacimiento consiste en una estrecha
chimenea vertical, de unos cuatro metros de altura, que atraviesa una masa de
rocas calizas. Al fondo se encuentra una angosta galería horizontal excavada en
sedimentos arcillosos en los que se conservan numerosos restos óseos de gran
tamaño. Dado que los sedimentos arcillosos se encuentran taponando buena parte
de las galerías secundarias, no es posible aún conocer con claridad la
morfología original de la cavidad, pero tanto el aspecto de la parte visible
como la geomorfología del entorno (en la que no se reconoce la presencia de
cuevas) nos hacen pensar que esté en relación con una sima. Los restos
recuperados, que corresponden en su totalidad a huesos de grandes mamíferos, se
encuentran en un grado de conservación excelente, lo cual nos indica que el
yacimiento no ha sido generado por la actividad de humanos ni de carnívoros ya
que, en ambos casos, los huesos estarían destrozados con objeto de extraerles
la médula, que constituye un alimento muy nutritivo. Además, un primer análisis
de los huesos no ha mostrado presencia de marcas producidas por herramientas
líticas ni por la dentición de carnívoros. Esto, unido a la morfología de la
cavidad, nos sugiere que, con toda probabilidad, el yacimiento se corresponde
con lo que se conoce como una trampa natural, es decir, una sima o pozo natural
en el que los animales se caerían accidentalmente, muriéndose bien del golpe
producido en la caída o bien por inanición, al no poder salir del pozo.
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Cráneo de bisonte de estepa (Bison priscus) Foto: Diego J. Álvarez Lao |
Las
especies presentes en la acumulación de huesos corresponden mayoritariamente a mamíferos
herbívoros entre los que destaca, por su abundancia, el bisonte. Otras especies
presentes son el rinoceronte lanudo, el ciervo y la hiena. Esta última, el
único carnívoro presente en el conjunto, nos ha proporcionado un cráneo con sus
mandíbulas excepcionalmente bien conservados. Respecto a las condiciones
ambientales en la época en que se produjo el depósito de huesos, la presencia
de numerosos restos de rinoceronte lanudo nos indica que el clima era muy frío
y árido, evidenciando que dicho depósito se produjo durante la última
glaciación, época denominada Pleistoceno Superior y conocida popularmente como
la “Edad del Hielo”. Esto es de especial interés ya que no son muchos los
yacimientos asturianos que muestran evidencias de fauna propia de los momentos
glaciares. El rinoceronte lanudo correspondía a un conjunto de faunas entre los
que también estaban el mamut lanudo y el reno. Estas últimas especies se han
encontrado en yacimientos geográficamente cercanos, tanto en evidencias fósiles
como en representaciones rupestres (el reno, sin ir más lejos, aparece
magníficamente representado en la cueva de Tito Bustillo).
Estas
faunas resultarían espectaculares a nuestros ojos. El ciervo, aunque pertenecía
a la misma especie que el actual ciervo de Asturias (Cervus elaphus), tenía un tamaño mucho mayor, como respuesta al
clima frío en el que vivía. La hiena también correspondía a la misma especie
que la actual hiena manchada africana
(Crocuta
crocuta), aunque su tamaño y robustez, también condicionados por el clima
frío, eran muy superiores. El bisonte pertenecía a una especie que se extinguió
hace unos 10.000 años, denominada bisonte de estepa (Bison priscus), cuyo aspecto sería semejante al del actual bisonte
europeo, aunque su talla sería mayor, su joroba más pronunciada y sus cuernos
mucho más grandes. Este bisonte es el mismo que los artistas paleolíticos
representaron magistralmente en tantas cuevas, destacando las de Covaciella y
Altamira. El rinoceronte lanudo (Coelodonta
antiquitatis), extinguido hace unos 12.000 años, tenía un tamaño semejante
al del actual rinoceronte blanco africano, aunque su joroba era mucho más
elevada, su cuerno nasal mucho más largo y aplanado (como una daga), y su
cuerpo estaba cubierto por un espeso pelaje, como adaptación al clima
extremadamente frío en el que vivía. La presencia de estos animales nos indica
que, en la época en que vivieron, el paisaje asturiano era muy diferente al que
conocemos actualmente. La mayor parte del territorio estaba cubierta por una
vegetación de tipo esteparia en la que los árboles (principalmente coníferas)
serían muy escasos. La vegetación iría desapareciendo conforme aumentaba la
altitud, mientras que las áreas de alta montaña estarían coronadas por los
glaciares. El ambiente sería muy frío y árido, con temperaturas comparables a
las que se pueden encontrar actualmente en el norte de Laponia.
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Molares de rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis) Foto: Diego J. Álvarez Lao |
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Huesos de bisontes (fila de arriba y centro) y de rinoceronte
lanudo (Fila de abajo). Foto: Diego J. Álvarez Lao
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Respecto
a la antigüedad de este yacimiento, la asociación faunística nos sugiere una
posible edad de unos 30.000 a 40.000 años, ya que esta es la franja temporal en
la que, con más frecuencia, se han hallado restos de rinoceronte lanudo en
otros yacimientos de la cornisa Cantábrica. No obstante, la edad no podrá
conocerse con precisión hasta que se realicen dataciones absolutas por el
método del carbono 14, lo cual está previsto para próximas campañas de estudio.
Este
hallazgo se suma a otro de características muy similares descubierto un año
antes en la localidad de Puertas de Vidiago, en el vecino concejo de Llanes.
Este yacimiento, cuyo estudio será publicado en fechas próximas, también
correspondía a una trampa natural en la que se acumuló un conjunto de faunas
durante un momento muy frío. A semejanza de la sima de Cuerres, el rinoceronte
lanudo también tenía una presencia muy destacada en dicho conjunto. Ambos
yacimientos, ubicados en el área costero-oriental asturiana, poseen un alto
valor paleontológico y nos han aportado una información de primer orden para
comprender las condiciones ambientales de Asturias durante los momentos más
fríos de la última glaciación.
Diego
J. Álvarez Lao. Profesor de Paleontología de la Universidad de Oviedo.