Las
excavaciones en curso de la Cueva de La Rexidora han proporcionado, hasta el
momento, 445 fósiles, en su mayoría excepcionalmente bien conservados. Una
importante proporción de estos restos corresponden a mamíferos propios de clima
frío, como el rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis) y el reno (Rangifer
tarandus), dos especies de gran interés dada su escasez en el registro
fósil de la Península Ibérica. Entre los restos de rinoceronte lanudo se
incluyen elementos muy bien conservados, como una mandíbula, un fémur y gran
parte de un cráneo. El bisonte de estepa (Bison priscus) es la especie
dominante en el yacimiento, habiendo proporcionado una importante colección de
fósiles, incluyendo dos cráneos parcialmente conservados y numerosos huesos de las
extremidades. Los carnívoros están representados por un esqueleto parcial
(incluyendo el cráneo casi completo) de una hiena (Crocuta crocuta).
Trabajo en la Cueva de La Rexidora. Foto: Daniel Ballesteros |
Las
dataciones por Carbono 14 nos han permitido saber que la cueva estuvo ocupada,
al menos entre 44.500 y 37.600 años antes de la actualidad. Esta época del
Pleistocenos Superior se corresponde con el denominado Estadio Isotópico 3 (MIS
3), un episodio de inestabilidad climática caracterizado por el acontecimiento
de cambios climáticos rápidos y extremos, desde de frío intenso hasta templado.
Estas dataciones son contemporáneas con la máxima expansión de la fauna fría
registrada en la Península Ibérica, así como con el comienzo de la retirada de
los glaciares en la Cordillera Cantábrica.
Las
evidencias geológicas y geomorfológicas sugieren que la acumulación sedimentaria se
formó como consecuencia de fenómenos de gravedad en una dolina de colapso,
rellena por una acumulación de sedimento arcilloso-limoso junto con huesos y cantos
de caliza. La ausencia de marcas en los huesos producidas por carnívoros o
humanos, sugiere que la dolina actuó como trampa natural para los animales que
cayeron en ella, incluida la hiena.
Los
estudios de polen indican que el ambiente en el que vivieron estos animales sería
fundamentalmente abierto, con predominancia de plantas herbáceas estépicas y
xéricas, indicando que las condiciones ambientales eran muy áridas. Los árboles
estaban en muy baja proporción. Tanto la fauna como la flora proporcionan
nuevas evidencias del desarrollo de paisajes esteparios fríos y áridos en el
noroeste ibérico durante esta parte del Pleistoceno Superior.
Las
excavaciones en este yacimiento siguen su curso. En volumen de sedimento aún
sin excavar es muy grande, lo que garantiza que aún quedan numerosos e
interesantes hallazgos por venir.
Estos resultados se han
publicado recientemente en la revista Quaternary International.