El siguiente texto fue escrito a
petición del periódico asturiano La Nueva España, en relación con una serie de
artículos que vienen publicándose los últimos meses sobre piezas notables del
Museo Arqueológico de Asturias. Se publicó el pasado sábado 26 de julio de
2014.
Son muchas las pruebas que tenemos de
que Asturias estuvo poblada por una fauna de grandes mamíferos, tanto
herbívoros como carnívoros, hasta tiempos geológicamente recientes. Nuestros
antepasados paleolíticos convivieron con estos animales a los que cazaron y
representaron artísticamente. Quizá la sabana africana sería el mejor análogo
actual para hacernos una idea de cómo sería la comunidad animal que campaba por
nuestros prados y bosques hace apenas unos miles de años.
Aunque el registro de fauna cuaternaria
de Asturias es muy rico, los hallazgos de restos de mamíferos de gran talla no
son abundantes: apenas 15 yacimientos han proporcionado restos de elefantes y
rinocerontes en nuestra región. El área costera-oriental de Asturias alberga la
mayor concentración de hallazgos de este tipo, en relación con la existencia de
grandes masas de rocas calizas que componen una parte importante de dicho
territorio: el clima húmedo y templado propicia la disolución de las calizas
dando lugar a la formación de multitud de cuevas y simas, que constituyen el
medio ideal para que los vestigios de tiempos prehistóricos se conserven y
lleguen hasta nuestros días.
La pieza que hoy nos ocupa es un fémur derecho
de un elefante que fue recuperado, junto con una buena parte de su esqueleto, en
una cueva costera situada en las proximidades de la cala de la Silluca, en la
localidad Llanisca de Buelna. Los restos fueron extraídos entre los años 1997 y
1998, aunque su presencia se conocía con anterioridad, pues fueron ya documentados
por G. Mary en 1979. No están claras las circunstancias por las que este
elefante llegó hasta la cueva, aunque no parece haber ninguna relación con
actividad humana.
|
Foto: Diego J. Álvarez Lao |
Estudios paleontológicos de esta pieza,
así como de uno de los molares asociados a ella, han permitido clasificar al
elefante en cuestión dentro de la especie Palaeoloxodon antiquus, tal como
consta en los trabajos publicados por A. Mazo, A. Pinto Llona y E. Aguirre.
Lo primero que llama la atención del
fémur de Buelna son sus grandes dimensiones: mide 1,22 metros de longitud, pese a faltarle una porción de su parte
anterior (la denominada “cabeza” del fémur). Su longitud total alcanzaría
seguramente algo más de 1,3 m. Para hacernos una idea, sólo los elefantes
africanos machos de mayor talla poseen un fémur de estas dimensiones, por lo
que la talla del elefante de Buelna bien podría superar los 3,5 metros altura a la cruz y su peso rondaría quizá las 6 o 7
toneladas. El grado de desgaste dental nos indica, además, que se trataba de un
individuo de edad avanzada, rebasando seguramente los 50 años en el momento de
su muerte.
El elefante de “defensas rectas”, tal
como se conoce en español a la especie Palaeoloxodon antiquus, a la que
pertenece el ejemplar de Buelna, era uno de los mayores mamíferos que poblaron
Europa durante el Cuaternario, llegando a alcanzar los 4 metros de altura a la cruz. Como su nombre indica, sus
defensas (mal llamadas “colmillos”), eran prácticamente rectas, además de muy
largas. A diferencia del mamut lanudo, este elefante no nos ha proporcionado
ningún resto congelado ni momificado, por lo que no conocemos su aspecto
externo, acerca del cual tan solo podemos hacer suposiciones. Dado que es una especie
que vivió en épocas templadas y cálidas, se supone que su cuerpo debió estar
desprovisto de pelo y que sus orejas debieron ser grandes, a semejanza de las
de los elefantes africanos y asiáticos actuales, ya que las orejas grandes les
sirven para disipar el calor corporal (en el mamut lanudo, por el contrario, las
orejas eran muy pequeñas para evitar la pérdida de calor corporal).
Este elefante vivió en épocas en las
que el paisaje estaba cubierto de bosque (caducifolio o mediterráneo), y llegó
a distribuirse por gran parte de Europa. Convivió con otras especies exóticas
como hipopótamos y rinocerontes, tal como se ha constatado en numerosos yacimientos
tanto de la cuenca mediterránea como de Inglaterra y Holanda.
Respecto a su distribución temporal, Palaeoloxodon
antiquus es una especie típica del Pleistoceno Medio siendo relativamente común
durante los episodios interglaciares desde hace unos 800.000 años hasta hace
unos 100.000 años. Después de esta época prácticamente desaparece, sobreviviendo
tan sólo en el sur de la península Ibérica y posiblemente en Italia. Los
ejemplares más modernos que se han encontrado corresponden a algunos yacimientos
españoles y portugueses y se sitúan en torno a los 40.000 - 35.000 años antes
del presente. El espécimen de Buelna se intentó datar por carbono 14, pero los
resultados obtenidos fueron incoherentes, quizá debido a una contaminación de
la muestra. Guy Mary atribuye la edad de los niveles sedimentarios que
contenían los restos de este elefante al último episodio interglaciar (entre
hace unos 130.000 y 114.000 años), lo cual es coherente con las condiciones
ambientales en las que vivía esta especie.
El elefante de defensas rectas ha sido
detectado en casi una veintena de yacimientos españoles. Sin salir de Asturias,
un ejemplar encontrado en San Cucao de Llanera, en la década de 1950, ha proporcionado numerosos restos, entre los que se
encuentran un fragmento craneal y un molar aislado, que se exponen en el Museo
del Departamento de Geología de la Universidad de Oviedo. No obstante, los
yacimientos más insignes de esta especie son los sorianos de Torralba y
Ambrona, en los que se han hallado los esqueletos parcialmente conservados de
numerosos ejemplares, constituyendo una de las mayores acumulaciones de restos
de este elefante a nivel mundial. Muchos de estos esqueletos están expuestos in
situ, en un espectacular museo al aire libre.
Como sabemos, en Europa, ya no existen
grandes mamíferos desde hace miles de años. ¿Cuáles fueron las causas de la
desaparición de los elefantes, mamuts rinocerontes e hipopótamos en nuestras
tierras? Este sigue siendo uno de los temas más debatidos en los círculos
científicos internacionales. Aunque aún no se ha llegado a una respuesta concluyente,
parece claro que los importantes cambios en el clima y la vegetación ocurridos
a lo largo del Cuaternario han sido determinantes en la supervivencia de estas
especies. Por último, la presión de los grupos humanos sobre las poblaciones de
estos animales, quizá ya debilitadas por los cambios ambientales, parece haber
tenido también una importante influencia en su desaparición al final del
Pleistoceno.
Diego Álvarez Lao
Profesor de Paleontología, Departamento
de Geología, Universidad de Oviedo.